Muchos han sido los debates
respecto a cómo entendemos los espacios públicos y cuál es el rol que cumplen
actualmente en la construcción de las ciudades, mencionando en reiteradas
ocasiones el carácter privado que van adquiriendo estos espacios. Algunos
autores plantean que, es el espacio público el que puede organizar un
territorio que sea capaz de soportar diversos usos y funciones y el que tiene
más capacidad de crear lugares.
Sin embargo, cabe la duda
respecto de las características y calidad de estos espacios no solo en su forma
física, sino que también por su capacidad de crear ciudad y ciudadanía, lo que
al parecer ha quedado en un segundo plano. Lamentablemente en nuestras ciudades
la falta de planificación y el descontrol imperan y ante este escenario surgen
diversas interrogantes en relación al carácter de lo público: ¿somos
conscientes del impacto en la vida de los ciudadanos del buen uso o mal uso de
los espacios públicos?, ¿Estamos en presencia de un incremento en la
privatización del espacio público?, ¿Hemos perdido la capacidad de dotar a los
espacios públicos de los elementos que garanticen una sana convivencia entre
los ciudadanos?
En contraste a los
significados de los espacios públicos modernos, caracterizados por ser lugares
históricos que permiten generar dialogo e interacción entre los ciudadanos, nos
encontramos con “espacios pseudo públicos” que son aquellos que buscan expandir
las diferencias entre los grupos
sociales, es decir sus funciones y usos limitan la complejidad de estos
espacios, convirtiéndolos en lugares pensados para ciertas clases sociales. Son
espacios neutralizados con funciones naturalizadas que no invitan a generar
contacto, espacios sin significados que se convierten en inquietantes, sin
capacidad de recogimiento. Por lo tanto, se transforman en lugares abiertos
pero controlados, que buscan un sentido comunitario pero con fuertes
componentes comerciales. (para usarlos hay que pagar...)
Una iniciativa que demuestra
la transformación de estos espacios seudo públicos es el caso de la
construcción de High Line Park, línea férrea elevada, ubicada en New York que
en el pasado permitía conectarse directamente a fábricas e industrias
transportando materias primas y luego dado su desuso, se convierte en foco de
interés para empresarios, los cuales buscan la demolición de este espacio. Sin
embargo, a partir de la acción de los residentes del barrio cercano, se comienza
a gestar un movimiento que busca la preservación y recuperación de la línea
férrea. El resultado de este proceso radica en la construcción de un parque
capaz de asumir diferentes funciones que reflejan la historia e identidad del
barrio. La recuperación del espacio público en una ciudad no debe de ser
sinónimo de poner rejas, horarios y tarifas para ingresar y usarlos. Todo lo
contrario, el ganar la batalla a la obsolescencia urbana, debe premiar a los
ciudadanos permitiendo hacer uso civilizado de las infraestructuras recuperadas
y así revalorizar las zonas recuperadas. El emblemático parque de la Muralla en
el centro de Lima es un ejemplo a lo que nos referimos, quien llega de otros
distritos en carro, no tiene donde estacionar y si quiere ingresar con su vehículo,
tiene que pagar, y si venimos a pie, pero no coincidimos con la hora en que se
abre el parque para que se ingrese a sus instalaciones (entre ellas los
restaurantes) entonces no podemos pasar.
Por otro lado es necesario
que se tome en cuenta que la
Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que las ciudades tengan al
menos 8m2 de área verde por habitante para ser saludables. El promedio de Lima,
según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), es de 2,9 m2 y
sigue descendiendo. Esta situación ha colocado a nuestra capital, en
comparación con 17 ciudades de América Latina, en un lugar muy bajo de
desempeño ambiental, y frente a un gran desafío para alcanzar la meta de llegar
a ser una urbe sustentable y emular a capitales vecinas como Bogotá, en
Colombia, que tiene un promedio de 107 m2 de áreas verdes por habitante.
Uno de los grandes problemas
en la gestión de áreas verdes en los espacios públicos en Lima es que cada
distrito aplica sus iniciativas en el manejo y creación de estos espacios,
según la visión e importancia que le otorgue cada administración edilicia. “Existen
distritos con poca población que superan el promedio propuesto por la OMS, como
San Isidro, San Borja o Miraflores, y otros distritos con muchos habitantes,
como San Juan de Lurigancho, que no llegan ni al metro cuadrado de área verde.
Esto evidencia desproporciones en el concepto de estos espacios que tiene cada
municipio. Para algunos, puede ser una zona que le da mayor rentabilidad a la
residencia; para otros, es un estorbo; y, para otros distritos, es un
importante espacio urbano a conservar”. Estamos a puertas de elecciones
municipales y es necesario que sopesemos, como sociedad civil, que proponen los candidatos, y si tienen una
política clara sobre qué hacer con los espacios públicos de la Ciudad de Lima.
Estos y otros temas serán
desarrollados en el módulo de Planificación Urbana que se dictara en el CURSO DE ESPECIALIZACION
DEL AGENTE INMOBILIARIO, que la UCV y CAIRP, estarán dictando a partir del 11
de Agosto.